Puertas coloradas, Manifestación desde Ategorrieta al Boulevard

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Nadie hubiera imaginado que aquello terminase como terminó. Desde el momento en que la cabeza de la manifestación llegó a los límites del barrio, allá a la altura del prestigioso colegio de pago, los más jóvenes que flanqueaban por las esquinas a la multitud advirtieron que la marcha estaba siendo vigilada y acompañada por numerosos policías antidisturbios bien pertrechados y mal encarados. Advirtieron también que desde el centro de la manifestación, desde el bulto, se proferían algunos gritos, algunos pitos, incluso algunos insultos contra los policías. La potente megafonía instalada por el hijo del tornero sobre las furgonetas intercalaba los lemas "Salvemos el barrio de las Puertas Coloradas - Ategorrietako auzoa salba dezagun", "Solidaridad - Elkartasuna" con llamamientos a la calma y a no provocar, sobre todo a no provocar. Fue emocionante escuchar los aplausos y los gritos de ánimo desde ventanas y balcones durante el trayecto que deliberadamente fue pausado, solemne. Fue también emocionante y sorprendente el elevar el tono de los lemas y la intensidad del fragor de la protesta en los momentos en que el debate del pleno se inclinaba a favor de la reivindicación de los vecinos, de acuerdo a las noticias trasvasadas boca a oído por la cadena de chiquillos que iba desde la puerta de la sala de plenos hasta la cabeza de la manifestación. Sobrepasado el primer puente se había triplicado el número de participantes en la marcha y la contundencia de la protesta era evidente. Los jóvenes que con la mejor intención asumieron el control de la seguridad quedaron desbordados por aquella multitud y a pesar de haber sacado a empellones de la marcha a varios jóvenes provocadores, no pudieron impedir totalmente algunos conatos de hostigamiento contra los antidisturbios que, a decir verdad, fueron en todo momento aislados y muy minoritarios.

Fue en ese momento, al cruzar el primer puente y ya con el edificio del ayuntamiento a la vista, cuando se colocó frente a la cabeza de la manifestación una barrera de policías con cascos blindados, escudos, porras y bocachas para disparar botes de humo y balas de goma. El que parecía que mandaba "aquello" preguntó a los de la pancarta quién era el responsable de "aquello". El primer "aquello" eran varias compañías de policías antidisturbios con sus armas y sus tanquetas por detrás. El segundo "aquello" eran varios miles de ciudadanos que se estaban jugando sus viviendas, casi sus vidas y haciendas. El que mandaba "aquello", alzada la cubierta del casco, comunicó que la manifestación había terminado, que hasta allí habían llegado, que venían aguantándoles insultos y provocaciones durante toda la marcha y que, hala, media vuelta y todos a casa porque de lo contrario cargarían.

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