Puertas coloradas, Zona de villas de Ategorrieta

Libros

ketari

El concepto urbanístico que se aplicó a aquel barrio que resultó espacioso cuando se abrieron para siempre las puertas coloradas fue el de "zona residencial". Terreno había, y mucho, y verde, y seguramente barato. Era la entrada a la ciudad por el nordeste, escaparate para quienes entraran desde Francia, país al que se atribuía el máximo refinamiento. En aquella extensa zona se fueron construyendo impresionantes residencias, cada una con su estilo, cada una con su jardín, casi todas con su encanto. La mayoría de las villas flanqueaban la carretera que atravesaba el barrio, aunque abundaban también mansiones y palacetes semejantes en segunda fila, hacia el monte o hacia las vías del tren. Eran mucho más señoriales, más majestuosas, mucho más elegantes de lo que fueran posteriormente los chalets, otro concepto de edificio que no se conocía cuando aquellas fueron levantadas. En la puerta de entrada a la mayoría de aquellas propiedades constaba su nombre, colgaba un buzón y se advertía del perro peligroso. Los nombres de las villas eran, en su mayoría, los de las esposas de quienes las mandaron edificar –Villa Matilde, Villa Ignacia, Villa Filomena…–, todo un detalle por parte de los financiadores del capricho. Muchas llevaban el nombre en el idioma del país, por lo general sin ser demasiado imaginativos pero que sonaban bien –Toki Eder,Toki Goxo, Etxe Berri…– y tenían una traducción sencilla para los moradores y sus visitantes. Algunas, las menos, fueron bautizadas con más creatividad, como Nere Oroimena o Eguzki Soro, nombres que indicaban algún conocimiento del idioma autóctono por parte de sus propietarios.

Aquel mar verde, blanco y rojo de mansiones rodeaba por todas partes al arrecife de viviendas vulgares que se fue consolidando y creciendo a medida que crecía la necesidad de las villas de ser suministradas y atendidas. En el islote desordenado de los suministradores y servidores había, como ya se dijo, comercios de comestibles, pescaderías, carnicerías, fontaneros, zapateros, carboneros, carpinteros y otros gremios a disposición de ser requeridos por los señores. Sólo un par de talleres mecánicos y el áspero espacio de los pabellones de las cocheras de tranvías y autobuses rompían el equilibrio de amos y siervos que desde el siglo anterior, desde la desaparición de las puertas coloradas, caracterizaba al barrio.

ategorrieta lucha de clases puertas coloradas villas de ategorrieta