Puertas coloradas, Reloj de Ategorrieta

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ketari

Después de que las máquinas y la carretera se llevasen el pilón, el niño y sus amigos se reunían bajo el magnolio raquítico que habían plantado en lo que antes fue plaza y ahora era un triángulo isósceles rodeado de carretera por todas partes, ya que en aquella especie de glorieta daba la vuelta el autobús. Al reloj le habían perdonado la vida, porque en algún periódico alguien dijo que desaparecidas mucho tiempo atrás las puertas coloradas aquel reloj mastodóntico era como un distintivo para el barrio. Lo desmontaron bloque a bloque para situarlo en una esquina de la nueva plaza o lo que fuera.

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