Al hombre le sacudió un escalofrío de tristeza y pasó de largo hacia el único bar del barrio alto, en el que se reunía todos los lunes la Asociación de Vecinos. La información del viejo cura había sido rigurosa.
El bar del barrio alto era estrecho y largo, como correspondía a la planta baja de aquel edificio afilado de tres pisos con tejado a dos aguas que ocupaba una especie de isleta circundada por la estrecha carretera. El mostrador a la izquierda, varias mesas a la derecha y una puerta corredera al fondo que daba paso al comedor.