Hombres sin suerte, Bellas Artes

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ketari

Cuando cerraba la puerta de casa, se sentía libre como de niño cuando le dejaban en la entrada del Bellas Artes con el programa doble por delante. Nunca disfrutó de otra sensación de libertad como aquella. Hacia tiempo que había perdido el gusto por el cine, aquellas historias habían dejado de servirle de evasión porque por mucho que lo intentara llegó un momento en que la vida siempre le enseñaba su rostro más vulgar —desprovisto de la épica y el heroísmo de las películas—, para déjarle claro que él no era Shane cayendo del caballo, y que de ahí no podría escapar nunca con el fundido en negro y el the end final.

 

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