Cacereño, playa de La Concha

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Discutiendo en tono festivo, pasaron a la playa de La Concha. Hay tanta gente que a veces tienes que pisar un brazo o una pierna. Resultó dificilísimo encontrar arena suficiente para seis personas. La cesta de la merienda se colocó en el regazo de Niceta.

—Es que está subiendo la marea.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó extrañado Pepe.
—Lo pone el periódico.

La masa humana, ansiosa de hacer bronce, se disputa el terreno necesario para tumbarse panza arriba. Los que quieren una silla, tienen que ir a robarla a los toldos. Alquilar un toldo es un privilegio hereditario, se hace por temporadas y el derecho se transmite de padres a hijos con tanto fervor como si se tratara de un signo heráldico. El alquiler no es caro si se compara con las cosas que se venden en la playa. Las patatas fritas parecen de platino.

 

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