Cacereño, calle Miracruz

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Un claxon. Ahora comprendía por qué le habían dejado la mejor habitación, la exterior. La ventana estaba justo sobre un semáforo de la calle Miracruz y esta calle, por muy céntrica que fuera, en realidad era una parte más de la carretera general Madrid-Irún, y en su tramo final, el de mayor densidad de tráfico rodado de España en tonelaje. Los cristales de la ventana reflejaban el verde y rojo del semáforo, dejando pasar tranquilamente el ruido de parada y arranque. El freno eléctrico de los transportes TIR no paraba en toda la noche. Imposible pegar ojo. Una vez despejado, los tabiques de papel le transmitieron la escena del dormitorio contiguo. Había para todos los gustos.

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