Estaba en un edificio en construcción cerca del campo de deportes de Anoeta, un sitio al que hacía pocos años sólo se iba de merienda en plan de salir al monte. Ahora los bloques mastodónticos de Amara copaban toda la planicie, antiguo solar para circos y ferias, comprendida entre el Gas, la subida a los hospitales y el Urumea, a un paso de Anoeta, como quien dice.
Era una estructura metálica de diez pisos, con diez futuras viviendas por planta; vista así, en esqueleto, impresionaba. La hacían de hierro y la gente comentaba que era más segura, más moderna, más técnica, más no sé qué, pero la verdad es que simplemente era más barata que de hormigón.
Acababan de poner la bandera en alto y ya empezaban los cimientos del siguiente edificio. Los pisos se vendían sobre plano, sin compromiso alguno en relación con la fecha de entrega y reservándose el constructor el derecho a realizar las modificaciones que considerase oportunas.
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