Al general gobernador militar lo habían matado de un tiro en la cabeza el verano anterior mientras caminaba de paisano bajo las farolas blancas del Paseo de la Concha. La planta baja del gobierno militar estaba protegida con sacos terreros, y los soldados que hacían guardia en la puerta iban sin armas, para que no se las robasen a cara descubierta los gudaris de la goma dos, como ya había ocurrido varias veces, para desgracia de aquellos soldados, a quienes la mala suerte de estar de guardia durante la hazaña de los etarras les había costado un consejo de guerra.
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