con el dinero que obteníamos invitábamos a tabaco rubio, a cañas y a hachís a nuestros amigos, incluso a raciones de mejillones al vapor en El Mejillón de Plata, que era un bar para soldados de la Parte Vieja, un bar enorme y sucio con paletadas de serrín húmedo en el suelo, con ceniceros en forma de mejillón en las mesas y las paredes decoradas con cáscaras de mejillones.
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