Ardor guerrero, Ayuntamiento (Casino)

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ketari

Pasamos junto al ayuntamiento, iluminado y engalanado para las fiestas de agosto, y yo lo imaginé y lo vi como era en los años veinte, un casino, y me vi convertido en un periodista joven que asciende aquella escalinata para asistir a una recepción, uno de los enviados especiales que se desplazaban en verano a San Sebastián para cubrir las noticias de la Corte. Las notas de un saxofón interrumpieron esa historia: un hombre joven y barbudo lo tocaba en el paseo de la Concha, con el estuche abierto a sus pies. Inmediatamente surgía otro personaje en mi relato: un músico negro que aparece en la ciudad y del que nadie sabe nada. El sudor de mi cara en la noche de verano era el sudor en la cara del músico; al pasarse la mano por la frente se le desprendía el betún de un maquillaje de negro de película muda. Atontado como iba, un coche conducido por una mujer casi me atropella: mi joven corresponsal de Madrid veía en el Bulevar un largo coche americano de 1920 conducido por un chófer de uniforme gris y gorra de plato y en cuyo interior, envuelta en un abrigo de pieles de leopardo, viaja de incógnito una estrella del cine mudo, que se encuentra en San Sebastián huyendo de algo…

 

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