Caminamos algo menos de una hora desde la parada del autobús hasta los mismos bordes de la ciudad, donde ya empezaba el campo. Allí, en una explanada entre colinas, se apiñaban unas casas blancas, de hasta tres pisos las más grandes, que respondían al nombre de grupo Zumalacárregui y formaban parte del barrio de Ibaeta. Eran viviendas de gente proletaria construidas años atrás bajo los auspicios de la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura. Cosa del régimen de Franco, pues, como lo confirmaba una placa de cemento a la entrada del barrio, donde campeaba el símbolo del yugo y las flechas, y como usted sabe de sobra, señor Aramburu, por cuanto vivió largos años en el número 4 de aquel arrabal, suburbio o lo que fuera. Doy por seguro que dicha circunstancia me exime de describir el sitio.