Años lentos, Alderdi Eder

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Me viene al recuerdo una tarde veraniega de esas típicas de San Sebastián; tarde de cielo azul, de temperatura agradable, con aquella brisa maravillosa que a menudo, al traerme hasta el olfato el olor del mar, me producía una especie de euforia, de ganas de henchirme de aire aromático y elevarme por encima de los árboles; una tarde en que, de camino al puerto con mis amigos, mi palo de avellano y la bolsa donde llevaba la merienda y los aparejos, vi a Julen en los jardines de Alderdi Eder.

Estaba a bastante distancia, no lo llamé. A la vuelta, pasadas tres o cuatro horas, seguía en el mismo sitio y en la misma postura, fumando un cigarrillo a la sombra de un tamarindo, cerca de donde jugaban los niños, frente al Ayuntamiento, no haciendo nada salvo mirar a la gente o al menos eso es lo que a mí me pareció.

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