Algo que nunca debió pasar, Portaletas

Libros

ketari

Cruzó los jardines de Alderdi Eder a buen paso y no se detuvo hasta llegar al muelle se apoyó en el muro de Portaletas y desde allí vio a la camarera del Akerbeltz bajando la persiana. Un chaval la esperaba. Se besaron y se fueron juntos en la moto. Al pasar delante de Ramírez le tocó la bocina. Él dejó la mano levantada hasta un rato después de perderla de vista y gritó suerte como si así pudiera hacerle llegar algo de ese ingrediente que, estaba seguro, había cambiado el destino de muchas personas.

La brisa, que siempre soplaba en la esquina de Portaletas, traía el olor de las cajas de pescado apiladas en la pared, esperando que las llenaran en la lonja del día siguiente.Hacía mucho que Ramírez no olía algo parecido pero en aquel momento le pareció la mejor de las fragancias. Sólo pueden olerlo los que están vivos, se dijo.

 

Pag.: 148

parte vieja alderdi eder akerbeltz algo que nunca debió pasar portaletas puerto