a las 10 en casa (pag. 81-83)

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rocio

El Ayuntamiento organizaba cada año en los bajos de su sede una fiesta bailable para elegir a la reina de San Sebastián y a sus dos damas de honor, el podio de la belleza. Esa noche tampoco faltaron Los Corsarios, con la particularidad de que, además, la novia de uno de ellos era dama de honor. Vestida de largo azul clarito, capa, guantes blancos y diadema. Al acabar la fiesta y antes de recoger los bafles, su novio y yo quisimos llevar a casa a la Princesa en nuestra carroza. Vivía en un caserío en la zona alta de Eguía. Era noche cerrada y ella no quiso que nos fuéramos sin tomar una botella de sidra, que fue a buscar levantando los bajos de su largo vestido.

El se apartaba a un lado y con total secretismo levantaba la caja y de un doble fondo sacaba una fundita metálica redonda como una gran moneda donde estaba nuestro secreto: el condón. Era difícil dar con el personaje. Por la mañana recorría la Parte Vieja empezando por Casa Alcalde para llegar al mediodía a Gros. En la calle transportaba la caja de madera disimulada debajo del brazo y la abría al antrar en un bar anunciándose con un clak, clak, que conseguía golpeando la tapa con la caja cual reclamo de cigüeña, a la vez que anunciaba:

   -Hay gomas de borrar y de las otraassss.- Subrayando sutilmente sus mercancías clandestinas.

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