Era una buena persona, rubia, y seguro que fue muy guapa en su día, vivía en Miguel Imaz 3, y su mundo eran los animales perdidos. Los atendía, curaba y mimaba, parecían los seres del barrio con los que mejor se relacionaba, tenía un universo aparte en el que daba y recibía amor animal como antídoto a su inevitable soledad.
El patio interior reunía los pisos de la Derecha de Miguel Imaz 1 con los de la Izquierda de Miguel Imaz 3; ése había sido el mundo de La Tinita, su cielo y su infierno, que ella y su jauría habían llenado hasta el último resquicio con sus aullidos, ladridos y protestas.
Los habitantes del hueco fueron tejiendo la verdadera historia de La Tinita, como el hilo de una telaraña, empezó por la ventana del Sexto Izquierda de Miguel Imaz 3, para seguir al Sexto Derecha del portal 1, ir bajando al Quinto Izquierda, pasar al Quinto Derecha, volver a bajar al Cuarto Derecha y así sucesivamente... Todos y cada uno de los protagonistas del patio interior fueron rellenando el vacío de nubes blandas hasta llegar al Principal Izquierda de Miguel Imaz 3, donde había vivido La Tinita, para recomponer su memoria y que quedara para siempre en nuestra calle.