Un puente sobre el Drina: Embarcadero de la Almadía

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Aquí, en la almadía de Visegrad, debían detenerse las más pertinaces, porque no las admitían en la balsa y era imposible atravesar las aguas. Aquí podían sentarse tranquilamente en la orilla y llorar, porque ya nadie las fustigaba. Aquí aguardaban como petrificadas e insensibles al hambre, a la sed y al frío, hasta que contemplaban una vez más, al otro lado, la larga caravana de caballos y jinetes que desaparecía hacia Dobrun, y en ella vislumbraban una vez más al hijo que se desvanecía ante sus ojos.

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